La Maldición de Adán
Vivía tranquilo en el jardín del Edén. Tenía amistades; comía todo lo que deseaba; hacía lo que quería y el entretenimiento era suficiente para vivir en mi soledad durante los largos eones que duraría mi vida. De los árboles colgaban frutas maduras de todas formas y colores; los ríos, caudalosos, serpenteaban los meandros a una velocidad constante, llenos de peces que saltaban y se dejaban llevar por la corriente, esperando llegar a mar abierto. ¡Y el Sol! Su suave y caliente luz me acariciaba la piel y la envolvía con un halo protector que me incitaba a no necesitar ropa o armadura. Siempre iba desnudo y cada día era verano. Creía ser feliz; creía que no me faltaba nada. Tenía la certeza de que era invencible. Y todo se giró. Un día cualquiera, me encontré con una serpiente morena, larga, y con unos ojos que intimidaban. Movía su cuerpo serpenteante a un ritmo inusual, aunque cautivador, que me hipnotizaba cada vez que avanzaba su paso. Ella reptaba, acercándose a mí y sus ojos anunci